Reseña histórica de la filada de Zuavos de Bocairente año 1912



Año 1912

Capitán Francisco de Paula Cabanes  


En las primeras juntas que se hicieron por navidad en la casa Ayuntamiento, volvieron a tratar por iniciativa de algunos representantes la cuestión de la parelleta, insistiendo en que debía llevarse a cabo lo que quedó aplazado el año anterior, aunque no pareció bien a la mayoría de los representantes teniendo que combatir acaloradamente el asunto en cuestión y por fin no adelantar ni un poco en este asunto por inmiscuirse miras políticas, dejándolo para otra ocasión más propicia, a pesar de esto la actitud de la filada fue firme y decidida, comprometiéndose a no salir a la calle si se le exigía tamaño desafuero, quedando escrito en acta para presentarlo en su oportunidad.


Hubo en el intermedio de este año fuera en San Jaime, la cual resultó bastante bien para

algunos, aunque otros faltó poco para quedarse en cueros, porque D. Antonio Ferrero que se creía que iba a una piñata de regalo se puso muy de sobretodo de abril cubano y se creía mi buen hombre que se le respetaría cual si fuera ama de llaves, pero el pobrecito se equivocó, fue montado en un flaco jumento y a fuerza de palos dio algún galope, pero en uno de estos ensayos cayó del jumento que por suerte no se hizo nada, pero huyendo de la gente fue enganchado haciéndole el uniforme en cuatro cuartos después de un buen remojón.


También hubo gazpacho a granel que fue casi lo que constituyó la comida, bastante y buen vino que fue la causa de que Bolumar cantara la pasión en el mes de Julio.


El capitán que nunca ha regateado en cuanto le ha tocado su vez, quiso que en el día de la publicación de la fiesta se hiciera paella para toda su comparsa, lo cual desde el referido año ha venido verificándose este acto como una cosa reglamentaria, que no es así, porque esto es solamente un acto voluntario y a ningún capitán entrante se le podrá exigir este gasto bajo ningún pretexto, porque no estamos por innovar cosas que graben a ningún zuavo.


Hay que advertir que en el transcurso de tiempo que va de Navidad a las fiestas hubo

individuo que recogió algunos aplausos, porque situado nuestro cuartel en el Pati se nos abría un campo algo más ancho para todos nuestros pasatiempos. Con decir que en una noche se derribó una pared, un armario, un tabique, se rompieron cuatro vasos, dos fuentes, una ampolla y por poco las piernas del Suat, está dicho todo porque Visantet Cabanes, Antoli Leon Y Mujente se empeñaron en que había poco espacio para ellos en aquel momento y como era una hora que los albañiles no estaban disponibles, tuvieron a bien encargarse ellos de aquel duro trabajo, que por cierto les hizo sudar bien poco; pues llevaban las válvulas de su estómago tal velocidad que ellos eran capaces de arrastrar un tren carreta.


Sucedía esto o cosas parecidas muy a menudo, pero en vísperas de la fiesta que quisieron celebrarla dentro de la casa cuartel antes de tiempo, hubieron que librarse algunos combates de los cuales solo se hicieron 2 muertos: Indalesio y el Suat, los cuales no podían levantar la cabeza de la mullida cama del marfegón sin que se volvieran al punto de su destino y finalizó el acto el Sr. Peti que cogió la cuba de roba desde un piso 3° y fue a parar en medio del patio y gracias que no ocurrió desgracia personal. Así se gastaba entonces la broma en esta filada, pero siempre sin prevenirse, todo se hacía casual, es decir sin buscarlo.


La noche de la paella tuvimos fuegos artificiales que la dichosa caña dejó sin comer a varios que todavía estaban a medias, pero casi siempre sucede así, por complacer a algunos hay que disgustar a otros, pero tuvo un final desastroso para Espí que tan aficionado es a esta clase de fuegos porque tuvo que tomar las de Villadiego antes de tiempo.


También tuvimos embajada en el castillo que el Sr. Espí y Mojente se portaron muy bien,

pero como hacía tanto frío y en este tiempo no es conveniente tomar el fresco sin provecho, nos fuimos al casino donde se bailó la caparrosa, recogiendo Leandro muchos aplausos.


De allí nos chancearon algunos festeros y junto con ellos nos marchamos al teatro, en

donde se completó la broma porque no faltó quien de nosotros bailara en tablas, cosa que fue muy aplaudida, porque nada hay que extrañar tratándose de Leandro y de Espí.

Había en la plaza del mercado el día de la embajada algunas golosinas que mercar y nuestro capitán, que siempre estaba a punto de iniciar algo aunque fuera en perjuicio de su bolsillo, a una señal convenida se juntó el personal en el rededor de la parada más cerca y de uno en uno fueron desapareciendo todos los comestibles que había en la parada con sus correspondientes vasijas quedándose la torratera en un palmo de narices, ya lo creo que al ver la actitud alagadora del capitán no tardó en hacer gente y se estableció el campamento en la plaza de Juan de Joanes donde se distribuyó todo el comestible que habíamos adquirido tan gratuitamente.


Don Fernando Castro también se portó muy bien en este año, pues cogió una turca número uno que fue muy aplaudida por toda la comparsa.


Y es muy de extrañar en este hombre semejante proceder porque en no siendo fiestas es

en todo una persona respetabilísima y decente, pero en cuanto se mete dentro de los yaragielles como dice él a los bombachos no hay quien le sujete porque dice que le toca la china una vez al año y este hombre que se le ve siempre tan formal en cuanto se pone el uniforme se sale de sus casillas, bien por el maestro.


Afortunadamente no ocurrió ningún percance desagradable, cosa que honra mucho

a nuestra filada, mucho cantar, mucho beber y mucho admirar a los de dentro y fuera de la población, porque hay que tener en cuenta que nuestra comparsa han formado en ella

individuos de muchas opiniones, más sin embargo nunca se ha significado nadie y ese ha sido el móvil principal de atraer un número considerable de socios, porque nunca se le estorbó a nadie una idea.


Finalizó la fiesta con el orden más completo, pero tuvimos que presenciar en este último

acto un cuadro algo desagradable. Nuestro capitán que creía que los honores que le concedieron el año anterior habían de ser perpetuos estaba un tanto alegre, pero cuando llegó a la Iglesia de las monjas agustinas y le quitaron los honores para ponerselos a otro, no pudo contener la pena y se echó a llorar como un niño, costándonos algún trabajo poderle convencer hasta que le pasó aquella emoción.


Es pues todo lo que se puede decir de este año aunque todavía hay mucho que apuntar,

pero la memoria que es muy poco feliz no me ayuda para poder dar a conocer más detalles.

El sargento Antonio Castelló no pudo tampoco contener los embates de tan indisciplinada

fuerza y cuando se le rebelaron por causa injustificada no pudo contenerse y pronto les echó en cara a algunos individuos lo poco que respetaban al sargento que representa a la filada en muchas ocasiones y a consecuencia de esto desistió en el primer año de poseer aquel cargo.


Muchos años nos venía sirviendo la música de Adceneta, pero en esta época le fue imposible complacernos por carecer de las plazas necesarias y a instancia del capitán tuvimos que hacer gestiones para ajustar la música de Muro, lo cual después de cruzarnos algunas cartas nos arreglamos por 39 duros y los bagajes, 24 plazas, con lo que tuvimos una música regular que todos quedamos muy satisfechos con lo que salimos a cuentas 17 pesetas 75 céntimos, quedando en depósito para las paellas 35 pesetas y diez reales por el cartel que confecciono Julián Castelló titulado «Cuartel de Zuavos».


Representante Fco. de P. Cabanes, depositario José Mª Vañó.


Autor: Julián Castelló Silvestre (1876-1940)


Francisco de Paula Cabanes Cabanes



196.095

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