«ZUAVOS, Comparsa Centenaria». PFB 1968.



«Esta comparsa, que es una de las que han tomado siempre parte muy activa en las  fiestas que anualmente dedica esta villa de Bocairente a su Patrón San Blas, encierra  en sí una cadena de peripecias y un sin número de adversidades imposible de  enumerar, que solo la abil (sic) mano de un literario (sic) podía darlos a conocer; no  obstante de eso, con mis escasas luces y mi  limitado entendimiento haré, con la  benevolencia de mis compañeros, un pequeño bosquejo para que perdure su memoria  en los que la formen en el día de mañana.»

Son éstas las primeras palabras de un manuscrito delicioso, original en su fondo  y en su forma, debido a un buen zuavo, Julián Castelló, que desde el año 1901 hasta el  1922, trató de que quedara algo para luego, de lo que entonces era y sucedía en su  querida comparsa. Lo tituló «Reseña histórica de la filada de los Zuavos de Bocairente,  a contar del año 1901».

Al  tratar de hacer historia de los zuavos, forzosamente hay que acudir al  manuscrito citado, pues fuera de lo que, con tanto amor, en él se plasmó, bien poco  queda escrito que pueda servir para reconstruir el vivir centenario de la comparsa.

Es muy difícil precisar el origen de una comparsa vieja, de solera. Su nacimiento  es puramente emocional, y como ocurre con todo lo que procede directamente del  corazón, no se rige por normas frías y calculadoras. Nada se escribe, pues no se crea  una filà para que sus creadores pasen a la posteridad, sino para que sea la comparsa  la que sobreviva a todo evento, sólo para que sirva de cauce a sentimientos de cariño,  de gratitud, de respeto filial al Santo Patrón.

Pero a pesar de todo, no podemos negar nuestro orgullo al sentirnos comparsa  centenaria. Sin duda cumplió los  cien nace más de un año, pero sólo podemos  asegurarlo desde 1967; puede demostrarse categóricamente que se fundó hacia el año  1867, por «D. Manuel Beneyto, Felipe Cabanes, Francisco Puerto, Bautista Ferre, José  Cabanes, José Vañó,...»

Desde su origen, la comparsa de «los Zuavos del Papa» adoptó ya su actual  uniforme de fiesta, feliz combinación de rojo, azul  y blanco, y con el  espectacular remate de la boina blanca con la borla roja. Forma parte del  patrimonio artístico y  espiritual de la comparsa, una de las más vistosas y bellas estampas festeras ­profana  si se quiere en su primera mitad, pero de gran resonancia espiritual para cada zuavo al  sentirse guardián del Santo Patrón­, estampa que llena con su colorido y belleza buena  parte del  día crucial  de las fiestas. Es el  «piquete» . Y es, sobre todo, guardia del Santo, que antes de cumplir esa su misión, para la que se creó y por la que nació la  comparsa, alegra a propios y admira a extraños con airosa y brillante parada militar, al  son del  árabe ­para todos nosotros, el  zuavo­. Su origen es el  mismo que el  de la  comparsa; y nos es tan querido como propio, y lo es tanto que sin «piquete» no habría  zuavos ya pudo ocurrir por los años 1911 a 1913, cuando a insistencia de otra  comparsa, se requería que la representación de los Zuavos en el cortejo procesional se  limitara única y exclusivamente a ser idéntica a la de las demás comparsas. No  prosperó tal idea. ¿Como podían los Zuavos existir si se les privaba su razón de ser?.

Se ha caracterizado siempre la comparsa por su cantidad, sin mengua de la  calidad de sus componentes. La más absoluta igualdad y respeto entre los compañeros  que la integran, y la constancia y fervor en festejar a su Patrón, son su bandera. Entre  sus artículos reglamentarios se ordena: «Ningún individuo tendrá derecho a ofender a  otro en su ideas políticas, sociales o religiosas; aquí no hay más que zuavos». Y el  precepto se cumple y siempre se cumplió, pues ya en 1915 leemos en el  precitado  manuscrito, al  comentar la entusiasta participación de la comparsa y merecer la  aprobación de todos, que todo se debe «a que hay buena dirección en la filada y que  cada cual se sujeta a las órdenes que promulgan los veteranos, y de no ser así, no creo  que estaríamos en la considerable altura en que nos encontramos, pues en la lista para  el año venidero quedaron alistados 55 individuos...»

Prueba de su constancia es que desde su orígenes siempre participó, y muy  eficazmente, en los festejos; nunca dejaron de verse las boinas blancas por nuestras  ancestrales calles. Y no se crea que jamás surgieron obstáculos. Pasaron años duros,  pero se vencieron. En el año 1910 «se cerró una fábrica de paños...», y «como muchos  de los operarios eran zuavos», muchos se ausentaron y otros más no pudieron  cooperar; se hizo frente a la situación, y pudo ser ese año la flamante comparsa de  siempre; y es de justicia señalar una buena ayuda, la de la banda de música de  Adzaneta, que correspondiendo al trato caballeroso y hospitalario que durante más de  diez años venía recibiendo de la comparsa, accedió a ayudarla, y la acompañaron  «como lo había hecho los años anteriores, pero con menos plazas y menos precio, 37  duros, 14 plazas y los viajes a su cuenta, por estar la situación del  pueblo no muy  buena». También en 1917, por «cuestiones sociales surgidas en la corporación»,  peligró su robusta vida, pero también fueron orilladas las dificultades.

Si  de su constancia hablan esos hechos, de su entusiasmo podrían hacerlo  otros más pintorescos. Donde sin duda, mejor reflejado queda el carácter indomable de  la «filà», el ímpetu arrollador de adversidades, es en la espinosa cuestión ­para casi  todas las comparsas­ de los «masets». La historia de los «masets», por lo que respecta  a los Zuavos, debe en realidad empezar por el  primero que propiamente puede  llamarse como tal; situado en la calle vulgarmente conocida por «Repunchó», allí estuvo la comparsa hasta 1907; se reunían todos los domingos y días festivos, «se  cantaban habaneras y serenatas...» se representaba nada menos que la obra  dramática «Don Juan Tenorio» (¿Y Doña Inés?)... se encendía fuego en medio del  local e iban rodando por el suelo los tizones de pino encendidos; todo esto se hacía al  compás de una célebre polca acompañada de su correspondiente guitarra». De allí se  pasó a varios sitios más, unos más aceptables que otros, pero en todos el problema  que siempre ha surgido por el  número de miembros tanto es así que estando el  «maset» en el «antiguo Cuartel de la Guardia Civil» ­«cuyas habitaciones eran muy a  propósito y en particular por estar a pie firme»­, «una de las noches de «sopaeta» se  hundió un tabique y parte de la chimenea pero al día siguiente se reparó por todos. Es  conocido el esfuerzo económico (incluso personal por cooperar en las obras) de todos  para lograr el  espléndido «maset» actual, con todo lo más indispensable para  reuniones numerosas, con modernos servicios y cocina, dependencias para instalar una buena banda de música y situación céntrica privilegiada. Todo ello debido al  esfuerzo de todos, unos aportando anticipadamente los recursos, otros su esfuerzo  físico, y todos respaldando todas las actuaciones y gastos.


No puede terminar este brevísimo anecdotario de la comparsa, sin hacer constar algo que nos enorgullece y es que «a esta "filà" le cupo la suerte de abrigar en ella a un  individuo autor de la letra del  himno que se cantó a San Blas con motivo de su  centenario de martirio, el año 1916, al llegar el Santo a la Plaza». Dicho himno quedó  como propiedad de la comparsa por quererlo sus autores (de la letra, Julián Castelló;  de la música, Luis Cuello), quedando «su memoria en los archivos de la Iglesia  Parroquial».

Debe acabar este intento de crónica, y recogiendo el  sentir de todo zuavo,  deben ser sus últimas letras las primeras del himno:

«Honra y gloria al insigne Prelado...»

JAIME MAYOR MARTÍNEZ

Fuente: Filà Terç de Suavos
62.520

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