Reseña histórica de la filada de Zuavos de Bocairente año 1917

Año 1917

Capitán Ricardo Juan 


Empezaremos por decir que el capitán arriba mencionado, aunque como nuevo recluta supo cumplir su obligación, fue espléndido en toda la extensión de la palabra, pues en el momento tomó la banda ya demostró el entusiasmo que sentía por la comparsa, demostrándolo con obras y no con vanas palabras, pues nos hizo una paella de arroz con carne y conejos que se acreditó con este obsequio que todos elogiaron, pero siempre en las corporaciones donde se reúnen varios hombres de distintas opiniones, esas opiniones en cuanto llegan a discutir viene la discordia de los miembros que la componen y por consecuencia la disgregación de la misma, como resultó en este año a nuestra comparsa.


Al finalizar el año de 1916 de que ya hicimos mención y formar la lista de los individuos que la habían de componer para el 1917, quedamos en lista 56 y parece que este crecido número de individuos hacía sospechar un retroceso como efectivamente resultó.


Por cuestiones sociales mescuidas* en esta corporación hubo varias opiniones si debíamos admitir en lista a algunos individuos o no admitirlos, cosa que se discutió acaloradamente, pero no pasó a las obras, pero durante el año aquello era una espina clavada en la opinión de algunos hasta que se enconó.


Llegamos pues en esta situación hasta la junta que se celebra por Todos (los) Santos en la que se discutió este asunto por segunda vez, dando por resultado darse de baja 12 individuos que no quisieron amoldarse a la generalidad, no teniendo en cuenta que tenemos un reglamento que entre varios artículos hay uno que dice:

«Ningún individuo tendrá derecho a ofender a otro en sus ideas políticas, sociales o

religiosas, aquí no hay más que zuavos».


Si esto es así no tenemos pues derecho a oponerse a las ideas interiores de nadie, aquí

dentro debemos tratarnos como miembros de una misma familia.


Pasado ya este periodo de desagradables consecuencias llegamos a otro de algunas

dificultades para la fiesta. Las huelgas, la carencia de comestibles a consecuencia de la guerra europea y lo escaso de las cosechas, se recaudó muy poco en los fondos de la fiesta y en los municipales, y esto era un obstáculo para llevar a cabo el asunto, de modo que en la primera junta de representantes que hubo por Navidad se hicieron números y dio por resultado que faltaba mucho dinero y como no había de donde sacarlo, ni el Ayuntamiento se comprometió a afrontar las faltas por carecer de fondos, optamos por aplazar el asunto hasta la colecta del dia del acapte, pero tuvimos antes una reunión y quedó más oscura la cosa. Por fin en la última junta de representantes ya estaba la determinación tomada de no hacer fiesta por falta de fondo y cuando se iba a levantar la sesión tomó la palabra el representante de los mosqueteros, Francisco Beneyto (Gepa) y el de los granaderos Vicente Cantó (Manduca) y Julián Castelló (Serio), representante de los zuavos y los tres le dieron empuje al asunto, se animaron los demás representantes y la fiesta de San Blas fue un hecho. Y todo esto gracias a las energías, táctica y disposición de Francisco Bernat que tenía el cargo de sargento mayor y fue el que mayor

empuje le dio al asunto.


El día de la publicación de la fiesta gran paella, en la que el Sr. Ricardo nada regateó, se

mostró espléndido en toda la extensión de la palabra, cosa que todos aplaudieron.


Con motivo de haber venido a menos la comparsa de Moros viejos no pudo la música nueva de la localidad tomar parte en la referida comparsa y además por algunos asuntos particulares se nos brindó a tocar con nosotros, con lo que se reunió la directiva de la comparsa, el maestro de dicha música y algunos músicos más, y en un punto privado concertamos el compromiso por 400 pesetas secas y previos estos acuerdos quedamos entendidos. En vista de esto el director de la banda D. Luis Cuello nos copió y regaló el pasodoble titulado El Zuavo, con lo que quedó desde entonces en propiedad de la comparsa.


La paella de la víspera se efectuó en el maset y tuvimos un rato divertido, pero una vez

concluida la paella nos marchamos al café del tío Toni y allí fue donde se animó la tertulia.


El capitán parece como que le habían soltado de alguna reclusión, saltaba por encima de las mesas cual si fuera un monigote de goma, la mayor parte estaban a la expectativa para evitarle una caída que hubiera muy bien podido lastimarse según era su estado y Tomás de Terol no hacía más que reírse desde un rincón como un bachoco.


Salimos de allí y en la plaza de Juan de Juanes fue la primera de abono, pues el capitán lo mismo toreaba que embestía hasta que por fin nos retiramos a descansar para estar aptos para el día siguiente, día de la Virgen.


Nada hay que decir de la entrada de este año, aunque no llevábamos carroza nos precedían la escuadra cuatro lanzeros de buenas disposiciones, estos eran: Francisco de P. Cabanes, D. Fernando Castro, su hermano Antonio y Antonio Ferrero, este último le desmontó su caballo por dos veces durante la travesía, pero como su sangre fría no le impide en nada ni le altera el genio, por dos veces volvió a montar hasta llegar a la plaza.


En la retreta como siempre los jóvenes muy divertidos porque el acto se presta a todo lo

que se quiera y los viejos Terol y Miguel empeñados en encenderse el farol, cosa que al primero le repugna mucho y esto es cualidad de los dos, pero nunca llegan a encenderlo.


En este año se modificó el acto de la diana del día de San Blas, es decir que así como

empezaba la vuelta por los barrios altos y concluía por los bajos, en este año se hizo viceversa y esto agradó mucho al público.


Por la tarde en el paseo del piquete nos acompañaron las muchachas con su correspondiente uniforme que ya nos estaban aguardando en casa de Manuel Marset, de lo que se enorgulleció mucho nuestro capitán, puesto que no había nunca presenciado este acto siendo el piquete en esta hora lo que se lleva la atención de propios y extraños.


En la procesión hubo orden cual ningún año y de pies redondos solo eran cuatro de la cola que dieron bastante lata.


Llegado que fuimos a la Iglesia se entonó con gran solemnidad y entusiasmo el Himno a

nuestro patrón San Blas y allí concluyó la fiesta religiosa.


La misa de costumbre que se celebra el día de Moros y cristianos en el altar de la Inmaculada Concepción de María en la Iglesia parroquial fue con bastante asistencia, aunque el día estaba lluvioso y oscuro. No dejó de ver las vinajeras al concluir la misa nuestro amigo Musén, cosa que le corresponde. Pero el capellán Don Vicente Tudela que también es zuavo y que le conoce se las limpió, de modo que no pudo ni aún siquiera probarlo.


A consecuencia de la subida de precio de la pólvora, gran parte de los individuos no

pudieron disparar invirtiendo el dinero en botijos, pues el individuo Julián Castelló en solo una hora rompió 5, le dió por ahí y tuvo que pagar la pólvora en casa (Cico Chepa).


D. Ricardo como es tan aficionado a los carruajes se hizo cochero el día de la embajada y

el carruaje del albeitar fue llevado desde su casa hasta la Plaza de Juan de Juanes tirado por un sinnúmero de festeros y músicos que se agregaron, siendo esto una nota muy agradable, viendo al capitán echando la bendición a todo desde un carruaje como si estuvieran condenados y con el mismo apiñado grupo se volvió a su procedencia el carruaje pasando un rato alegre.


El último día el tiempo nos fue muy desfavorable, todos los festeros de filadas viejas como

Marruecos, Estudiantes y Marinos esperando la hora de ir a la Iglesia de las monjas para tomar sus respectivas bandas y una torrencial lluvia lo impidió y pasó como dice un refrán castellano: «se aguó la fiesta».


También en este año tuvimos como de costumbre una misa rezada en Nuestra Señora de

los Desamparados y después de este religioso acto nuestro correspondiente puro y copa por barba en casa de Fco. de P. Cabanes.


Las fiestas bastante animadas, salimos a cuentas 14,50 pesetas por plaza y quedaron 27

pesetas en fondo para las paellas.


Sargento Herminio Vañó, depositario José N° Vañó, representante Julián Castello,

reemplazo sargento Dionisio Cardós.


Autor: Julián Castelló Silvestre (1876-1940)


Ricardo Juan Vañó



198.310



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