En el vasto y riquísimo universo de la música festera, donde las notas se convierten en estandartes y las melodías en estirpe de batallas y gloria, la marcha cristiana "Ignacio, Capità Zuau", compuesta por Damián Molina Beneyto en 2006, emerge como una obra maestra imponente, digna de la más épica de las capitanías. Concebida como un homenaje a Ignacio Silvestre Borrego, esta composición no es solo un regalo familiar, sino un legado sonoro que trasciende su dedicación y se asienta como un pilar dentro del repertorio festero.
El espíritu de los Zuavos: historia y sonoridad
La elección del título no es casualidad ni simple denominación: los zuavos, esos cuerpos de élite de la historia militar, se convierten aquí en inspiración y esencia de la marcha. Desde los regimientos franceses y pontificios hasta los carlistas y americanos, la huella de estos guerreros resuena en cada compás. La composición de Molina Beneyto no solo homenajea la figura del capitán, sino que rinde tributo a la tradición de un cuerpo que, desde 1830, ha sido sinónimo de valentía y heroísmo.
Un arranque poderoso: la llamada a la batalla
Desde los primeros acordes, "Ignacio, Capità Zuau" nos sumerge en un mundo de solemnidad y marcialidad. La introducción, majestuosa y de una gravedad casi litúrgica, abre camino a un desarrollo melódico envolvente donde la percusión marca un ritmo firme y determinado. La armonía, robusta y expansiva, establece una atmósfera de grandiosidad, donde la instrumentación de la Associació Unió Musical Bocairent, banda que estrenó la obra, brilla con esplendor.
El desarrollo: nobleza y bravura
En su estructura, la marcha presenta un equilibrio exquisito entre la solemnidad propia de las marchas cristianas y la fiereza de un ejército en formación. Las trompetas elevan un canto épico, mientras que las maderas suavizan la intensidad con pasajes de lírica nobleza. Cada sección se despliega como un ejército bien organizado, con un tratamiento melódico que refleja el orgullo de un capitán al frente de su tropa.
La transición hacia el trío es un verdadero clímax emocional. Aquí, la melodía se torna más melancólica y evocadora, con un lirismo que parece rememorar las gestas pasadas de los zuavos en los campos de batalla de Europa y África. Es en este punto donde la música alcanza una de sus cumbres expresivas, envolviendo al oyente en un torbellino de emociones que oscilan entre la nostalgia y la determinación.
El cierre: la victoria en el horizonte
Si algo distingue a una gran marcha cristiana es su capacidad de cerrar con una explosión de energía y magnificencia, y "Ignacio, Capità Zuau" cumple con creces esta premisa. La reexposición del tema principal se reviste de mayor intensidad, preparando el terreno para una conclusión apoteósica donde metales y percusión se fusionan en un estallido triunfal. Es el momento de la victoria, la instantánea sonora de un ejército que avanza con paso firme, invencible y glorioso.
Un legado en la música festera
La inclusión de "Ignacio, Capità Zuau" en el álbum "Música Suava", donde comparte protagonismo con el himno de la Filà Terç de Suavos, "El Zuavo", reafirma su importancia dentro del repertorio. Más que una simple composición, esta marcha es un símbolo de orgullo, una banda sonora de la historia, la manifestación musical de una herencia cultural que perdura a lo largo de los siglos.
Con la dirección magistral de Enrique Alborch Tarrassó, la obra cobra vida en una interpretación que resalta su riqueza armónica y su poder evocador. Publicada bajo la producción de AUDIOART y con el respaldo de Caixa Ontinyent, la grabación enriquece el legado sonoro de la música festera, inmortalizando una pieza que sigue resonando en cada desfile, en cada capitán que porta su estandarte con honor.
Conclusión: una obra de referencia
"Ignacio, Capità Zuau" no es solo una marcha cristiana, es una epopeya sonora que engrandece la fiesta y la historia. Damián Molina Beneyto ha logrado plasmar en música el espíritu de los zuavos, la solemnidad de la capitanía y el fervor de una tradición que sigue viva en el corazón de Bocairent y más allá. Es, sin duda, una de esas composiciones que, más que escucharse, se sienten, se viven y se recuerdan con la emoción de quien contempla un desfile de historia y gloria.
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