Son éstas las primeras palabras de un manuscrito delicioso, original en su fondo y en su forma, debido a un buen zuavo, Julián Castelló, que desde el año 1901 hasta el 1922, trató de que quedara algo para luego, de lo que entonces era y sucedía en su querida comparsa. Lo tituló «Reseña histórica de la filada de los Zuavos de Bocairente, a contar del año 1901».
Al tratar de hacer historia de los zuavos, forzosamente hay que acudir al manuscrito citado, pues fuera de lo que, con tanto amor, en él se plasmó, bien poco queda escrito que pueda servir para reconstruir el vivir centenario de la comparsa.
Es muy difícil precisar el origen de una comparsa vieja, de solera. Su nacimiento es puramente emocional, y como ocurre con todo lo que procede directamente del corazón, no se rige por normas frías y calculadoras. Nada se escribe, pues no se crea una filà para que sus creadores pasen a la posteridad, sino para que sea la comparsa la que sobreviva a todo evento, sólo para que sirva de cauce a sentimientos de cariño, de gratitud, de respeto filial al Santo Patrón.
Pero a pesar de todo, no podemos negar nuestro orgullo al sentirnos comparsa centenaria. Sin duda cumplió los cien nace más de un año, pero sólo podemos asegurarlo desde 1967; puede demostrarse categóricamente que se fundó hacia el año 1867, por «D. Manuel Beneyto, Felipe Cabanes, Francisco Puerto, Bautista Ferre, José Cabanes, José Vañó,...»
Desde su origen, la comparsa de «los Zuavos del Papa» adoptó ya su actual uniforme de fiesta, feliz combinación de rojo, azul y blanco, y con el espectacular remate de la boina blanca con la borla roja. Forma parte del patrimonio artístico y espiritual de la comparsa, una de las más vistosas y bellas estampas festeras profana si se quiere en su primera mitad, pero de gran resonancia espiritual para cada zuavo al sentirse guardián del Santo Patrón, estampa que llena con su colorido y belleza buena parte del día crucial de las fiestas. Es el «piquete» . Y es, sobre todo, guardia del Santo, que antes de cumplir esa su misión, para la que se creó y por la que nació la comparsa, alegra a propios y admira a extraños con airosa y brillante parada militar, al son del árabe para todos nosotros, el zuavo. Su origen es el mismo que el de la comparsa; y nos es tan querido como propio, y lo es tanto que sin «piquete» no habría zuavos ya pudo ocurrir por los años 1911 a 1913, cuando a insistencia de otra comparsa, se requería que la representación de los Zuavos en el cortejo procesional se limitara única y exclusivamente a ser idéntica a la de las demás comparsas. No prosperó tal idea. ¿Como podían los Zuavos existir si se les privaba su razón de ser?.
Se ha caracterizado siempre la comparsa por su cantidad, sin mengua de la calidad de sus componentes. La más absoluta igualdad y respeto entre los compañeros que la integran, y la constancia y fervor en festejar a su Patrón, son su bandera. Entre sus artículos reglamentarios se ordena: «Ningún individuo tendrá derecho a ofender a otro en su ideas políticas, sociales o religiosas; aquí no hay más que zuavos». Y el precepto se cumple y siempre se cumplió, pues ya en 1915 leemos en el precitado manuscrito, al comentar la entusiasta participación de la comparsa y merecer la aprobación de todos, que todo se debe «a que hay buena dirección en la filada y que cada cual se sujeta a las órdenes que promulgan los veteranos, y de no ser así, no creo que estaríamos en la considerable altura en que nos encontramos, pues en la lista para el año venidero quedaron alistados 55 individuos...»
Prueba de su constancia es que desde su orígenes siempre participó, y muy eficazmente, en los festejos; nunca dejaron de verse las boinas blancas por nuestras ancestrales calles. Y no se crea que jamás surgieron obstáculos. Pasaron años duros, pero se vencieron. En el año 1910 «se cerró una fábrica de paños...», y «como muchos de los operarios eran zuavos», muchos se ausentaron y otros más no pudieron cooperar; se hizo frente a la situación, y pudo ser ese año la flamante comparsa de siempre; y es de justicia señalar una buena ayuda, la de la banda de música de Adzaneta, que correspondiendo al trato caballeroso y hospitalario que durante más de diez años venía recibiendo de la comparsa, accedió a ayudarla, y la acompañaron «como lo había hecho los años anteriores, pero con menos plazas y menos precio, 37 duros, 14 plazas y los viajes a su cuenta, por estar la situación del pueblo no muy buena». También en 1917, por «cuestiones sociales surgidas en la corporación», peligró su robusta vida, pero también fueron orilladas las dificultades.
Si de su constancia hablan esos hechos, de su entusiasmo podrían hacerlo otros más pintorescos. Donde sin duda, mejor reflejado queda el carácter indomable de la «filà», el ímpetu arrollador de adversidades, es en la espinosa cuestión para casi todas las comparsas de los «masets». La historia de los «masets», por lo que respecta a los Zuavos, debe en realidad empezar por el primero que propiamente puede llamarse como tal; situado en la calle vulgarmente conocida por «Repunchó», allí estuvo la comparsa hasta 1907; se reunían todos los domingos y días festivos, «se cantaban habaneras y serenatas...» se representaba nada menos que la obra dramática «Don Juan Tenorio» (¿Y Doña Inés?)... se encendía fuego en medio del local e iban rodando por el suelo los tizones de pino encendidos; todo esto se hacía al compás de una célebre polca acompañada de su correspondiente guitarra». De allí se pasó a varios sitios más, unos más aceptables que otros, pero en todos el problema que siempre ha surgido por el número de miembros tanto es así que estando el «maset» en el «antiguo Cuartel de la Guardia Civil» «cuyas habitaciones eran muy a propósito y en particular por estar a pie firme», «una de las noches de «sopaeta» se hundió un tabique y parte de la chimenea pero al día siguiente se reparó por todos. Es conocido el esfuerzo económico (incluso personal por cooperar en las obras) de todos para lograr el espléndido «maset» actual, con todo lo más indispensable para reuniones numerosas, con modernos servicios y cocina, dependencias para instalar una buena banda de música y situación céntrica privilegiada. Todo ello debido al esfuerzo de todos, unos aportando anticipadamente los recursos, otros su esfuerzo físico, y todos respaldando todas las actuaciones y gastos.
No puede terminar este brevísimo anecdotario de la comparsa, sin hacer constar algo que nos enorgullece y es que «a esta "filà" le cupo la suerte de abrigar en ella a un individuo autor de la letra del himno que se cantó a San Blas con motivo de su centenario de martirio, el año 1916, al llegar el Santo a la Plaza». Dicho himno quedó como propiedad de la comparsa por quererlo sus autores (de la letra, Julián Castelló; de la música, Luis Cuello), quedando «su memoria en los archivos de la Iglesia Parroquial».
Debe acabar este intento de crónica, y recogiendo el sentir de todo zuavo, deben ser sus últimas letras las primeras del himno:
«Honra y gloria al insigne Prelado...»
JAIME MAYOR MARTÍNEZ
Fuente: Filà Terç de Suavos
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